Bienaventurado el hombre que conoce su propia
debilidad, porque este conocimiento es en él, el fundamento, la raíz y el
principio de toda bondad…
Cuando un hombre se ve privado de la ayuda divina,
ora con frecuencia. Y cuanto más ora, más humilde se hace su corazón… cuando ha
comprendido todo esto, guarda la oración en su alma, como un tesoro.
Y es tan grande su alegría, que hace de su oración
una acción de gracias… Llevado también por este conocimiento y admirable gracia
de Dios, eleva la voz, alaba, glorifica a Dios, y le manifiesta su gratitud.
El que ha llegado de verdad, y no imaginariamente,
a tener estos signos y conocer tal experiencia, sabe lo que digo, y que nada
puede ir en contra. Por tanto, cese ahora de desear cosas vanas. Que persevere
en Dios por la continua oración, con el temor de verse privado de la abundancia
de auxilio divino.
Todos estos bienes se dan al hombre cuando conoce
su debilidad. Por su gran deseo del socorro de Dios, se acerca a Dios
permaneciendo en la oración. Y tanto se acerca a Dios por su resolución, que
Dios le concede sus dones, y no le quita su gracia, por su gran humildad.
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